La
antífona del aleluya de esta celebración dice así: “El Hombre no vive solamente de pan, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios”. ¡Que magnifica introducción al evangelio
de este domingo! Jesús a esa multitud que lo seguía, le reprocha tener
intereses mezquinos: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan
hasta saciarse”.
Jesús
no ha venido sólo a dar pan al mundo, sino a ofrecernos una palabra que puede
alimentarnos de verdad. Pero también ha venido – es lo que aparece en el
evangelio de hoy- para que veamos signos. O sea, ha venido para seamos capaces
de ver en lo que tenemos delante, o en
aquello que nos sucede, un signo de misterio de Dios, de su presencia y de su voluntad. Un gran
padre de la Iglesia, Ireneo de Lyón, decía que: “En Dios no hay nada vacío ni
sin significado” Esto quiere decir que todo puede llegar a ser un signo de la
presencia y voluntad del Señor. El pueblo recibió en el desierto era más que
pan. Era un signo del amor y la ternura de Dios “por las cosas secundarias lo
llamaban a las cosas principales; por las cosas figuradas lo conducían a las
verdaderas; por las cosas temporales lo conducían a las eternas, por las cosas
carnales lo conducían a las espirituales; por las cosas terrenales lo conducían a las celestiales” ( Ireneo).
Hay
que ir aprendiendo a ver en nuestra historia personal y comunitaria los signos
que nos hablan y nos traen la presencia
de Dios. A veces no son muy claros. San Pablo enseñó que nosotros vemos ahora
“por medio de un espejo, en enigma” (en esa época los espejos no eran tan
buenos como ahora): y agregaban: “pero entonces veremos cara a cara” La
liturgia nos introduce en ello.
PADRE: LUIS
HUMBERTO ALARCÓN
PÁRROCO
PARROQUIA SANTO
TORIBIO CURANIPE.
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