Cuando la iglesia se congrega para orar por los
pueblos originarios, nuestras ancestrales raíces, una cultura que forjó una
gran nación de hermanos, que puso la cimiente de nuestra actualidad. Si no
somos capaces de valorar nuestra raíces, estamos condenados a perdernos, a
perder identidad, y en esta aldea global, mimetizarnos, escurrirnos, y ser
desagradecidos con el don de Dios. Hoy, su Palabra nos ilumina y abre nuestra
reflexión con un libro de autores que se ocuparon con denuedo e inteligencia a
guardar la tradición espiritual y cultural del Pueblo de Dios que siempre
vaciló entre la idolatría y el desequilibrio social, dos amenazas
permanentes para el hombre de todos los tiempos, Israel debe aprender a escuchar
desde su corazón la memoria de la obra salvadora de Dios. Por eso Jesús aboga
por una fe que se anida ahí desde donde puede brotar la auténtica impureza, la
que envenena el alma y su entorno.
Cuando nos ocupamos de cultivar una religiosidad rigurosa en sus
formas olvidando la esencia de la persona ante Dios que es un PADRE, corremos
el riesgo de volvernos hipócritas y por tanto perdernos el Reino. Miramos hacia
el futuro con esperanza, no solo porque ya “acaba agosto”, sino porque Dios no
abandona a su pueblo.
Santiago nos recuerda que fuimos forjados por su
palabra, principal Don otorgado por el Padre, que nos revela la verdad de Dios
y la verdad del hombre, puesta por Dios en el corazón humano, centro vital de
las opciones en la vida. Es este íntimo Templo de Dios, el que la persona debe
aprender a escuchar, no con rigidez escrupulosa, sino como hijos de un Padre
que nos ama e introduce a la libertad.
PADRE. LUIS HUMBERTO ALARCÓN
PÁRROCO
PARROQUIA SANTO
TORIBIO
CURANIPE
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