Ha trascurrido un último día de invierno desde la
partida hacia el infinito o hacia el cielo de Osvaldo.
Amigo chanquino entrañable; se fue cuando en la
primavera llegaron las golondrinas desde lejos.
Ha dejado una huella a fuego con todo lo que
construyó en su vida.
Fue un alfarero que moldeó en el corazón de la gente
chanquina y de Chile un vaso de la amistad.
Su semilla esparcida por la tierra seguirá
floreciendo por todas las orillas de la vida.
Amó tanto a su tierra, como guardián de las
tradiciones y sueños, que otros seguirán cultivando.
Sembró amistad, sembró amor, sembró compañerismo y
esperanza en el alma, como una flor de copihue en la sangre de su pueblo
chanquino.
Desde el corazón de sus amigos no lo olvidaremos, y
seguirán vivas sus obras terrenales,
para que los chanquinos las continúen en homenaje a su amor por la
tierra.
(JOSÉ CARRIÓN
CANALES, ESCRITOR MAULINO.)
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