Jesús levantó la mirada y vio una
multitud que no tenía que comer. Hoy ve
mucho más que cinco mil hombres. Son millones en el mundo que no tienen pan. El problema social –
representado hoy en el pasaje evangélico por la multitud hambrienta- es el
desafío más urgente de nuestro tiempo: “Los pobres no pueden esperar”.
¿Es posible hacer algo? La generación de riqueza y las ideas pueden
ayudar, pero no basta. Nunca como hoy ha
habido tantas ideas y programas para la
superación de la pobreza, pero el clamor de los pobres es todavía elocuente.
Aunque el apóstol Felipe dice que una gran cantidad de dinero sería necesario
para alimentar a esa gente, lo cierto es que Jesús ni lo tiene ni lo pide.
Tampoco tiene una gran idea, una técnica
nueva, una fórmula económica para enfrentar la situación.
No la tiene Jesús es
la fuerza de amor, la misericordia; y eso es
lo que hace la diferencia, pues ésta es la única fuerza que puede
conducir y mover la historia hacia la justicia. El problema del hambre, el
problema de la pobreza no es problema de dinero. Es un problema de falta de
amor. Es el amor lo que hay que
introducir en las ideas, en las leyes, en los proyectos.
El gran milagro del Señor se realiza gracias a la generosidad de un
pequeño. Amar comienza por dar. No es
mucho lo que tenía: cinco panes y dos
pescados. Esa fue la chispa que encendió el milagro.
Hay otro detalle. El evangelio está lleno de detalles. Jesús antes de
realizar el milagro se puso a rezar dando gracias. Otro más bien habría rezado
quejándose. ¡Él da gracias porque confía en su Padre. Ese Cristo es el que
hoy nos invita a celebrar juntos a él.
Eucaristía es acción de gracias.
PADRE. LUIS
HUMBERTO ALARCÓN
PÁRROCO
PARROQUIA SANTO
TORIBIO
CURANIPE.
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