¿CAUQUENES,
CIUDAD SIN ESPIRITU COMUNITARIO?
“UNA CIUDAD
VERDADERAMENTE HUMANA, ES DECIR AQUELLA QUE SE VIVE COMO “ESPACIO”, DEBERÁ
ACERCARSE AL IDEAL DE UNA CIUDAD QUE
TIENE SU CENTRO DE GRAVEDAD EN LA PLAZA, en donde se experimenta, aunque esto
sea sólo parcial, “mi espacio” y “nuestro espacio” como dimensiones que ni se yuxtaponen ni se hacen disyuntivas, sino
que se realizan en reciprocidad.
La
sociedad más perfecta debe engendrar así una ciudad más integrada y más
participativa.
La
ciudad como el “espacio” de la
diversidad que me enriquece, de la tolerancia que me hace más humano, el lugar
que me permite ser libre con mi capacidad creadora. La ciudad que me permite
amar a los otros. Es así esta característica, la de una ciudad en torno al
mercado, metafóricamente hablando, la que hace que espontáneamente se hable de
una “ciudad con espíritu”.
Hay espíritu en las ciudades en donde por sobre el
desplazamiento se eleva el lugar común, el lugar de la tolerancia y la
libertad. Y con respecto a la libertad, una ciudad tiene espíritu cuando en
ella encontramos ámbitos de libertad que se expresan en acceso a mayores
bienes, mejores servicios y posibilidades de expresión individual y colectiva.
Oportunidades, sin embargo, que no están al alcance de todos: no poder gozar de
los bienes de la ciudad, por razones económicas o de exclusión social o
política, significa coacción, deterioro personal, segregación; superar
estructuras tradicionales y opresoras, para alcanzar la cuidad como reguladora
en la distribución de beneficios, es la meta fundamental para una ciudad válida
en el futuro.
Hay espíritu en la ciudad donde la diversidad no causa miedo sino
en donde me siento acogido. Se percibe espíritu en la ciudad cuando en ella se
manifiesta un orden que expresa concierto y disposición, en donde las obras construidas y los espacios ocupan el lugar que les
corresponde, provocando alegría y goce en quien los vive y en quién sólo los
contempla.
Se expresa el espíritu de una ciudad cuando ésta es una estructura
viva, en donde encontramos elementos permanentes que identifican y otros que cambian, renovándola
constantemente… cuando se respira vida. Hay espíritu en la ciudad en donde
nadie se siente o es marginado.
Una ciudad tiene espíritu cuando tiene
significado, , lo que implica que sus habitantes y aún sus visitantes puedan
reconocer algunos hitos: barrios, edificaciones, plazas, calles, conjuntos o
situaciones que le otorgan su especial diversidad y la hacen única; en una dirección opuesta
trabaja eficientemente una fácil y
probada homogenización , barrios neutros y sociedad neutra, que reniega de sus
posibilidades de originalidad y de
hacerse responsable de su propio habitar, inexpresividad que no establece
lazos, proclive a la movilidad espacial e indiferente al mejoramiento de su
ciudad, , de la que van desapareciendo sus espacios significativos.
Hay
espíritu en la ciudad en donde cada uno
aspira a un futuro mejor. Se experimenta el espíritu de una ciudad
ahí donde hay convivencia, intercambio y transmisión de experiencias y
conocimientos… cuando se comparten ideales comunes. Hay espíritu, en fin, en
donde quiero la belleza para todos y las paredes, como prolongación del cuerpo,
son más pequeñas y menos agresivas, en donde se lleva la vista en alto, donde
se saluda al otro… en donde prima la acogida sobre el miedo.
Hay, en fin,
ciudad ahí donde los valores éticos y estéticos funden los cimientos de una
ciudad más humanizada, solidaria y sustentable. Lo ético referido a una convivencia más plena, motivadora,
vital; lo estético como necesidad de belleza y armonía para el enriquecimiento
espiritual y la felicidad del ser humano..”
SOBRE LA PLAZA
“La
Plaza deber ser nuevamente el lugar espectacular que fue. La fiesta urbana, esa
condición tan marginalizada. ¿No corresponde acaso inaugurar un milenio con un signo enfático de
comunidad? ¿No es la ciudad especialmente un espacio para compartir juntos,
para crear cultura? ¿Y no es la cultura producto de los intercambios que la
ciudad propone y simboliza en sus espacios públicos? ¿Y no es acaso fundamental
reunir nuevamente a esta sociedad urbana tan inmediatamente segregada?”
Todos
estos argumentos generados por estudiosos y expertos de la hora actual, vienen
como “anillo al dedo” para que reflexionemos – con altura de miras- en torno a
la penosa situación de estos días que vive nuestra ciudad de Cauquenes,
producto del trastrocamiento total que se le ha dado a nuestro principal
espacio público, nuestra Plaza de Armas….
“
La Feria está en calle Balmaceda, no en la plaza…¿Dónde se van a sentar los
viejitos… Y esos otros que les agrada practicar la “conversa”, leer el diario y
lustrarse el calzado?
Aún
más, epítetos irreproducibles hacía “los concejales” que no son capaces de
sacar públicamente la voz y ¡ sí! lo hacen privadamente opinando que la plaza
dejó de ser tal durante estos días previos a la Navidad, son las expresiones
que hemos registrado en la hora presente, provenientes de feriantes que cada miércoles
y sábados acuden a darle vida a este espacio comercial y cultural de la Feria…
No
solamente los Feriantes, también buena parte de la comunidad local está
molesta, desagradada y decepcionada por esta situación…
Con altura de miras,
“La Voz de la Provincia” al menos, pone sus páginas a disposición para que se
coloque este tema en la mesa del diálogo ciudadano que más temprano que tarde
las actuales autoridades y/o las venideras habrán de abocarse a ponerle “el
cascabel al gato”…. Es una necesidad comunitaria que no puede ni debe
soslayarse…